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1. Introducción

Hablando a nivel personal, opino que el acompañamiento psicoterapéutico de las personas afectadas por adicciones es una de las tareas más enriquecedoras que existen. Presenciar la evolución de un individuo que tiene el valor de luchar para salir de una situación oscura y terrible y que, poco a poco, va levantándose en un enfrentamiento constante contra su voluntad enferma, contra su sentimiento de culpabilidad, hasta que, finalmente, un día, lo logra. Recupera su antigua vida, y la familia siente que es él de nuevo. La persona que desapareció hace décadas, la que casi acaba con toda la armonía familiar. Y en la consulta, como en un ring de boxeo, queda todo el dolor que tuvo que sacar para sanar combatiendo contra su adicción.

 

Ser testigo durante más de veinte años de estos ejemplos de valor, algunas veces heroicos, es un privilegio y un aprendizaje para mí. Sin embargo, también es cierto que se trata de una empresa compleja para cualquier profesional que se dedique a ello y requiere de unas estrategias específicas para que podamos alcanzar el éxito terapéutico que, en la superficie al menos, consiste en el mantenimiento prolongado y estable de la abstinencia. Vamos a detenernos un momento en estas dificultades.

Uno de los principales problemas viene dado por la propia naturaleza de la adicción, pues se trata de una enfermedad crónica con ciclos de abstinencia y periodos de recaída consecutivos como bien analizaron Prochaska y Diclemente. Esto significa que un paciente jamás “curará” su adicción. En todo caso, se mantendrá abstinente el resto de su vida.

Otra de las dificultades es que la adicción “secuestra” la voluntad del enfermo, y las personas tenemos problemas para aceptar que hacemos cosas que no queremos hacer. Ante semejante disonancia cognitiva, el paciente confundido, muchas veces verbaliza Introducción 16 sencillamente le gusta el efecto de la sustancia. Lo que en realidad ocurre es que, tras un periodo prolongado de consumo, la sustancia psicoactiva que anteriormente utilizaba para sentirse extraordinariamente bien, ahora la utiliza para sentirse simplemente “normal”. En esta etapa, la ausencia de la sustancia le hace sentirse realmente angustiado y desgraciado. La forma en la que la voluntad del paciente adicto se ve comprometida, supone, por lo tanto, un importante obstáculo a lo largo del tratamiento.

De igual modo, la falta de motivación o anhedonia que experimenta la persona adicta cuando deja de consumir la sustancia psicoactiva, representa un grave inconveniente. La etapa en la que se sumerge al iniciar el período de abstinencia no es muy diferente a una depresión, y esa falta de energía va a hacer más lento, obviamente, el cambio.

Los juicios sociales que aún, a fecha de hoy, siguen considerando al adicto un “vicioso”, una persona “sin moral”, “culpable” de arrastrar en su autoabandono a toda su familia, a sus seres más queridos, suponen otro gran problema para la evolución del tratamiento. Realmente no es fácil entender al adicto como un enfermo, al que debemos tratar del mismo modo que a un diabético o un epiléptico. ¿O acaso tendría sentido culpa a un epiléptico, en mitad de un ataque, por su extraño comportamiento?

Por otra parte, hemos de considerar que para que una persona desarrolle una adicción ha de padecer una carencia previa. Esta carencia casi siempre tiene que ver con una dependencia emocional que evoluciona proyectándose en una sustancia para convertirse en una adicción. Lo que llamarían los psicoanalistas, un desplazamiento. Por lo tanto, el tratamiento de la enfermedad no será realmente efectivo hasta que no se identifique, no se aborde y no se supere dicha dependencia emocional previa.

Otra de las dificultades tiene que ver con la aceptación social del uso de muchas sustancias psicoactivas como el alcohol, el tabaco o la marihuana; las falsas creencias entorno a sus efectos, el extraordinario beneficio económico que proporciona a importantes grupos sociales, entre ellos, los propios Introducción 17 gobiernos con sus altos aranceles, para sustancias como el alcohol y el tabaco, muy superiores a las cantidades invertidas en sanidad, para tratar las patologías vinculadas al consumo prolongado de dichas sustancias.

Las propias dinámicas relacionales de las familias de algunos pacientes también entorpecen en ocasiones los tratamientos, bien sea porque ellos mismos igualmente usan o abusan de sustancias psicoactivas, o bien porque emplean pautas de relación disruptivas y codependientes.

Señalar por último que, desde que se tiene memoria, siempre ha existido este problema, y siempre ha habido personas que han tratado de ofrecer curas y soluciones. El asunto es que no todos los enfoques son igualmente rigurosos, científicos o eficientes.

Para desarrollar mi trabajo con personas adictas he recopilado y practicado, a lo largo del camino, multitud de técnicas y modalidades de intervención. He tenido la fortuna de aprender de grandes maestros y, con todas sus enseñanzas, la experiencia, la teoría y los lineamientos de las últimas investigaciones en este campo, he desarrollado una metodología integradora, esencialmente práctica, para alcanzar un desempeño realmente eficaz, es decir, una abstinencia estable e indefinida. Entre sus principales características destaca la importancia que le damos a la participación de la familia en el tratamiento, a la cual nunca se le considera culpable de la adicción del paciente, pero si responsable en un porcentaje altísimo del éxito terapéutico, llegándose incluso a la situación extrema de comprender que un paciente puede alcanzar una abstinencia estable sin ni siquiera tener que acudir a tratamiento, siempre y cuando su familia participe activamente en la terapia y logre modificar su conducta, sus creencias, etc., según los acuerdos terapéuticos.

Pero la clave de todo este tratamiento que desarrollaremos en las siguientes secciones se encuentra en la concepción de la naturaleza del ser humano que proponemos: La arquitectura de las emociones. Se trata de un modelo que he desarrollado a partir de u principio claro: La esencia del ser humano se halla Introducción 18 en sus emociones y sus sentimientos y, por lo tanto, es ahí donde se originan sus verdaderas enfermedades. Por lo tanto, es ahí donde deben apuntar los esfuerzos del proceso terapéutico.

Espero que este curso sirva para acercar a todos los interesados una propuesta realmente efectiva para el abordaje de las adicciones.

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