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5.2. Relación entre familia y consumo

 

Analizar el modo en el que los padres se relacionan con su hijo y tratan de educarle es esencial para proponer pautas adecuadas y reencauzar estrategias disfuncionales. Podemos identificar 3 tipos de estilos educativos: el estilo autoritario, el permisivo y el cooperativo.

Características del estilo autoritario:

  • Control de forma unilateral. ”la razón siempre es de los padres”.
  • No se tienen en cuentan las opiniones del hijo.
  • Castigo por incumplimiento. Se basan en el temor.
  • El resultado de la crianza puede ser de extrema dependencia, con poca interiorización de normas.
  • Favorece sentimientos de culpabilidad y agresividad.
  • Potencian el engaño de los hijos.
  • Puede hacerle extremadamente vulnerable si el control disminuye o desaparece.

Características del estilo permisivo

  • Ausencia de exigencia por parte de los padres. “Lo hijos son buenos “per se”, hay que darles aquello que piden y que nosotros no tuvimos.”
  • Evitan que los hijos se enfrenten a las dificultades.
  • El hijo autorregula su comportamiento. Los padres no orientan, los hijos no tienen pautas de conducta.
  • La ausencia de normas puede llevar a un riesgo elevado de consumo (todo está permitido)
  • Suelen tener pocos referentes, no saben a qué atenerse.
  • Les faltan hábitos de esfuerzo, de trabajo. Tienden a la inestabilidad emocional.

Características del estilo cooperativo

  • Punto de equilibrio entre los dos anteriores.
  • Órdenes y normas se ajustan a las necesidades específicas del adolescente.
  • Dejando margen para la autonomía.
  • Manteniendo un control externo exigente.
  • Respeto mutuo y cooperación.
  • “Fomento de la autonomía sin renunciar al control”. Favorece la formación de conductas adaptadas en condiciones de control cambiantes.
  • Se desarrolla sentido de la responsabilidad para que asuman las consecuencias de sus actos.

 

Diferencias entre los padres de hijos consumidores de SP y los padres de hijos no consumidores

Educar no es “hacer que sea”, sino “permitir ser”. Para lograrlo debemos potenciar lo que en la persona hay y no lo que nosotros queremos. Ayudarle a desarrollar su propio camino. Nadie es dueño de la vida de los demás, ni siquiera los padres de los hijos. Entonces, educar se convierte en ayudar a ser libres.

Según los estudios, existen diferencias entre los padres de hijos consumidores de sustancias psicoactivas y los padres de hijos no consumidores. Algunas de esas diferencias tienen que ver con la actitud que unos y otros tienen ante el tiempo libre y a los hábitos de consumo de sus hijos.

Familias de hijos consumidores:

  • Consideran estar informados de lo que hacen sus hijos, con quienes salen y qué lugares frecuentan.
  • La comunicación con sus hijos es la principal fuente de información, y se muestran satisfechos a este nivel, es decir, existe confianza.
  • La comunicación y el seguimiento de las actividades de su hijo es peor e inferior en aquellas familias donde hay más discusiones.
  • La mayoría de los padres sabe que sus hijos consumen de forma ocasional tabaco o alcohol.
  • Muy pocos saben que fuman porros.
  • La actitud más generalizada es de aceptación porque consideran normal que a estas edades quieran probar y experimentar con estas cosas.
  • Diferencian claramente las drogas legales de las ilegales y manifiestan hacia estas un rechazo firme
  • El consumo de tabaco y alcohol por parte de estos padres es superior al de las familias con hijos no consumidores.

Familias de hijos no consumidores:

  • Controlan y supervisan las actividades de sus hijos, las amistades, los lugares que frecuentan, etc. Digamos que son vigilantes a distancia.
  • Conversan y les preguntan. La confianza en sus hijos se basa en lo que ellos hacen.
  • Realizan un seguimiento detallado sin agobiarles, el contacto con sus hijos es estrecho, muestran interés por ellos.
  • Opinan que sus hijos no tienen todavía edad para fumar o beber alcohol. No es que lo prohíban, pero no quieren que se inicien tan pronto.
  • Se llevarían un gran disgusto si se enterasen que sus hijos consumen sustancias psicoactivas y así se lo hacen saber. De ser así habría consecuencias, pero, de todas formas, su actitud se caracteriza por una mayor aceptación.
  • La mitad de los padres fuma y bebe alcohol de una forma moderada, considerando este consumo como una costumbre o tradición social.
  • No encuentran contradicción entre lo que intentan enseñar a sus hijos y lo que ellos hacen.

También existen diferencias en cuanto a los valores que transmiten unos y otros.

Familias de hijos consumidores:

  • Se muestran más desorientados y manifiestan más motivos de preocupación ante el presente y el futuro de sus hijos.
  • Se interesan especialmente por fomentar la obediencia en sus hijos e hijas.
  • Son proclives al consumismo. No observan valores como austeridad y sacrificio.
  • Confían menos en la influencia que puedan ejercer sobre sus hijos.
  • Estos padres ocupan más su tiempo libre saliendo ellos juntos como pareja y con sus amigos.
  • La educación que a ellos les dispensaron ha quedado obsoleta y por tanto hoy es poco eficaz.

Familias de hijos no consumidores:

  • Se muestran más satisfechos con la forma en que educan a sus hijos.
  • Son más optimistas con relación a los valores que transiten a sus hijos, confían más en la fuerza de su ejemplo, cultivan más el espíritu de sacrificio en sus hijos e hijas.
  • Procuran estar lo más cerca posible de sus hijos. Ello no implica que vayan a estar continuamente “pegados” a sus hijos. Por el contrario, opinan que en la adolescencia el joven debe ir emancipándose.
  • Creen en la necesidad de inculcar valores como el sacrificio y la austeridad en sus hijos.
  • Comparten más tiempo libre con ellos.
  • No temen reproducir el modelo educativo en que ellos fueron criados ya que las líneas fundamentales son las mismas.

 

5.2.1. PATRONES DE APEGO EN LA INFANCIA

La relación del estilo de apego de los padres tiene una influencia directa en el desarrollo del niño. Para que se fortalezca el apego, la relación afectiva debe ser duradera en el tiempo, estable y consistente en el tiempo. Sin separaciones prolongadas, ni cambios bruscos en la conducta de crianza. La relación afectiva debe proteger del estrés y regularlo. Por estrés nos referimos a cualquier estado que desequilibre la homeostasis biológica, afectiva y social del organismo.

Existen 4 tipos de apego en la infancia:

 

Apego inseguro evitativo

Los padres que generan este tipo de apego se muestran indiferentes, castigadores o “desviadores” de toda expresión de apego y stress del infante. Tienen dificultades para mantener intimidad afectiva con él. Refuerzan positivamente las conductas autónomas y “precoces” del infante, y reaccionan de un modo tardío a las respuestas de stress, afectos y apego.

Como consecuencia, el bebé muestra conductas frecuentes de evitación, indiferencia ante lo que sucede a su alrededor y excesiva autonomía. Sus demostraciones de afecto están inhibidas, no expresa sus emociones negativas. En un primer momento se aleja físicamente, y después, afectivamente.

En la infancia, estos infantes se muestran inhibidos y complacientes, pero durante la etapa escolar son agresivos y descontrolados (Sroufe et al., 2006), con dificultad para expresarse y ser cercanos y empáticos con los otros (Crittenden, 1997). Durante la adolescencia tienden a defenderse y minimizar los afectos relativos a la relación con los padres y los pares (Target et al., 2002; Main et al., 1999).

 

Apego inseguro ambivalente

Son padres sobreprotectores e intrusivos y, a la vez, fríos e indiferentes. No mantienen coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. También se comportan de manera muy diferente con su hijo dentro y fuera de la casa. Por ello, se considera un patrón inconsistente.

Así, el bebé tiende a aferrarse e irritarse, muestras conductas exploratorias y falta de curiosidad. Expresan su afecto de manera desinhibida (ansiedad y rabia), exageran sus afectos negativos, y les cuesta autorregularse, usando al otro para calmarse. Sus relaciones son coercitivas, demandantes y “externalizadas”.

De pequeños son ansiosos, hipersensibles, y con claras dificultades para enfrentar los problemas y el stress (Sroufe et al., 2006). Tienden a establecer relaciones de coerción (pasiva o activa), manipulación y alta demanda (Crittenden, 2002). Durante la adolescencia se preocupan excesivamente, son ansiosos, exagerados en los afectos, y controladores en las relaciones (Target et al., 2002; Main et al., 1999).

 

Apego desorganizado

En el estilo desorganizado, existen dos tipos de padres:

  • Tipo Atemorizante/autorreferente (D Activo): agresivos, intrusivos, incapaces de ver y calmar el stress del niño, autorreferentes, e intrusivos. Tienen una concepción negativa y agresiva del niño (“es un niño insoportable”, “llora todo el día para molestarme”).
  • Tipo Atemorizada/inversión de roles (D pasivo): depositan la responsabilidad y la crianza en el infante. Evitan asumir un rol parental adulto, y sus conductas son desorientadas y asustadas. Puede haber “sexualización”.

 

En consecuencia, surgen dos tipos de patrones conductuales en los bebés:

  • Tipo desorganizado activo: niños agresivos, extremadamente manipuladores, “simuladores”, punitivos, con reacciones descontextualizadas, y sobre-reacción frente a situaciones impredecibles. Tienden a la agresividad extrema (delincuencia, maltrato familiar, etc.)
  • Tipo desorganizado pasivo: niños complacientes y cuidadores con sus padres, altamente inhibidos, solitarios y pseudo-adaptados, con dificultad para sentir y pensar.

En ambos casos, se trata de niños con conductas bizarras, ilógicas, contradictorias, paradójicas, rígidas y/o descongeladas. Sus afectos muestran alta labilidad, descontextualización, e hiper o hipo-activados. Les cuesta estabilizar una relación de apego.

 

Apego seguro

Se caracteriza porque el bebé busca la protección y la seguridad de los padres y recibe cuidado constante. Ellos son cariñosos y muestran afectivos constantemente, lo que permite que el niño desarrolle un concepto de sí mismo y de autoconfianza positivos. En el futuro, estas personas tienden a ser cálidas, estables y con relaciones interpersonales satisfactorias.

En la etapa adulta, son individuos que presentan una visión más positiva de sí mismos y de sus relaciones interpersonales. No les preocupa la intimidad ni la independencia, pues se sienten seguros.