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Aspectos fundamentales de diferentes escuelas psicológicas son empleados en el método Aeda en función de la fase de cambio en la que se encuentre el paciente.
Desde el enfoque holístico de la Gestalt y las escuelas integrativas, asumimos la importancia de abordar la adicción como un problema colectivo, del grupo social en el que se encuentra el paciente. En coherencia con este principio, nuestra atención abarca a tantos familiares y amigos de la persona como sea necesario. Este principio es transversal a todas las fases del tratamiento.
Ciertas propuestas de la psicología conductual son claves durante la Primera Fase del tratamiento, cuando lo que se pretende son modificaciones conductuales. Estas pueden alcanzarse óptimamente a través de estrategias tales como el reforzamiento positivo, el moldeamiento, la extinción, consecuencias, economía de fichas, etc.
Sabemos que la cognición es un “trampolín para la acción”. Por ello, desde la psicología cognitiva trabajamos los procesos mentales que intervienen en el desarrollo y mantenimiento de la adicción, y la reestructuración de dichos procesos, para alcanzar la abstinencia estable. Así se analizan los esquemas mentales del paciente, sus procesos lógicos y se le motiva para su reconstrucción.
En un momento más avanzado del tratamiento, cuando logra alcanzar una etapa de estabilidad, cuando la sustancia psicoactiva o el hábito compulsivo se han alejado, y ha adquirido nuevos hábitos saludables, y ha reestructurado sus pensamientos y creencias, llega el momento idóneo de explorar nuevos entornos sociales, y para profundizar en su propio mundo emocional: las carencias afectivas, la dependencia, la culpa, la soledad, la necesidad de aceptación, de valoración, la autoestima… El abordaje terapéutico de estos factores se apoya en los postulados de la arquitectura de las emociones.
Todos estos aspectos se desarrollan con mayor detenimiento a continuación.
Esta teoría fue propuesta por James Prochaska y Carlo Diclemente y recibe el nombre de Modelo Transteórico del Cambio. Se trata de una teoría psicoterapéutica que ha demostrado ser muy eficaz para el tratamiento de las adicciones pues aporta, además una descripción de las fases o etapas del cambio que experimenta el paciente adicto, un marco de referencia para la intervención.
El modelo describe las fases que una persona requiere transcurrir a lo largo de su proceso de cambio en lo referente a la conducta adictiva. Los autores consideran la motivación como un factor importante en esta transformación, y asignan al sujeto un rol activo, entendiéndolo como el motor de su propio cambio de comportamiento.
El modelo también contempla el balance decisional (pros y contras) y la autoconfianza (o autoeficacia) que el sujeto percibe, como variables que tendrán una gran influencia en el resultado final. Además, se considera fundamental aceptar los fracasos como normales, es decir, como parte del proceso, puesto que ello repercutirá en una positiva percepción de autoconfianza (autoeficacia). Por eso, las recaídas o los retrocesos a etapas previas del proceso han de aceptarse con serenidad. Todo cambio personal exige compromiso, tiempo, energía y estrategias claras y realistas. Debemos comprender que el desarrollo humano no es lineal sino más bien circular y que los seres humanos podemos pasar por diversas fases, e incluso estancarnos y retroceder en el camino del cambio.
Las etapas del cambio, según el modelo de cambio de Prochaska y Diclemente son:
Existen también unos factores contextuales y ambientales que condicionan el proceso de cambio. Estos factores se organizan en cinco niveles interrelacionados, en un orden jerárquico, del más superficial al más profundo. Al estar relacionados, el cambio de un nivel puede provocar un cambio en otro y también es posible que no sea necesario una intervención en todos los niveles, puesto que no todos los niveles tienen por qué afectar a la conducta que se pretende cambiar. Dichos niveles del cambio son:
Por lo general, la intervención comienza en el nivel más superficial, y a medida que se avanza, es posible intervenir sobre niveles más profundos. Esto se debe a que el cambio tiende a iniciarse con mayor facilidad en un nivel más manifiesto y observable.
Balance decisional
Se refiere al peso relativo entre los pros y contras de cambiar la conducta que cada individuo asigna en su proceso de toma de conciencia. El modelo predice que para los individuos en la etapa de precontemplación, los contras del cambio serán más evidentes que los pros, y que este balance decisional se irá transformando gradualmente en la medida que los individuos se muevan a través del resto de las etapas.
La Autoeficacia
La Autoeficacia tiene que ver con los juicios y creencias que posee una persona sobre sus capacidades para ejecutar con éxito una determinada tarea y, por tanto, dirige el curso de su acción. Ayuda a enfrentar diferentes situaciones difíciles, sin tener recaídas. Por tanto, es positivo para afrontar las diversas situaciones problemáticas que se pueden presentar durante el proceso de cambio y es positivo para mantener la conducta deseada.
Son métodos que propician que el sujeto pueda avanzar en su cambio, y cada uno de ellos aparece con mayor relevancia en una etapa diferente del proceso.
De igual modo, existen unas estrategias que puede aplicar el terapeuta en cada una de las etapas:
En los últimos 15 años, la entrevista motivacional se ha convertido en uno de los métodos más populares y efectivos en el manejo de las adicciones. Se trata de una intervención directiva, con un estilo centrado en el paciente, para suscitar el cambio en su comportamiento, al ayudarlo a explorar y resolver la ambivalencia que le genera su problema. Se define principalmente, no por su técnica, sino por su espíritu, determinado por un estilo que facilita la relación interpersonal.
El concepto de entrevista motivacional evolucionó a partir de las experiencias en el tratamiento de los bebedores con problemas, y apareció descrita por primera vez por Miller (1983), en el artículo publicado en el Behavioural Psychotherapy. Sus principales características son:
Por todo ello, podemos decir que la entrevista motivacional no se refiere a un conjunto de técnicas para aplicar con los pacientes, sino a un estilo interpersonal. No obstante, sí existen comportamientos específicos que son característicos del estilo de la entrevista motivacional y que pueden aprenderse:
motivadores del cliente, expresiones de reconocimiento de problemas, preocupaciones, deseos e intenciones para cambiar, y la habilidad para cambiar.
Por lo general, cuando algo nos preocupa, solemos pensar en ello de forma recurrente. A pesar de que sigamos realizando las tareas cotidianas de un modo casi automático, nuestra mente está en otra parte, y eso, sin darnos cuenta, aumenta nuestro nivel de estrés y ansiedad. En este punto, puede generarse un “ciclo de ansiedad”, lo que significa que cuanto más pienso en el factor estresante, peores sensaciones y sentimientos experimento, con lo que pienso más en el problema. Este bucle puede llegar a un punto insoportable, afectando a nuestra salud, a nuestras relaciones personales y a nuestra eficacia. Para el paciente adicto, el síndrome de abstinencia que se produce cuando deja de estar presente la sustancia en su organismo, o bien cuando no está practicando su hábito adictivo (jugar, mirar el celular), implica mantener la atención de forma constante en el objeto de su adicción.
Para afrontar situaciones como la descrita, es de gran utilidad la práctica de la atención plena, cuyos orígenes se encuentran en la tradición budista. Este método lleva un tiempo aplicándose en occidente para aliviar una variedad de condiciones físicas y mentales como el trastorno obsesivo-compulsivo, la ansiedad, y para prevenir recaídas en casos de depresión o de adicción a sustancias.
Según explica Andrés Martín, uno de los principales expertos de esta técnica en nuestro país, la práctica de la atención plena consiste en la capacidad para prestar atención a lo que está ocurriendo en el momento presente.
Para lograrlo, en primer lugar, hemos de ser conscientes de lo que sucede aquí y ahora, evitando hacer las cosas de forma automática mientras pensamos en otro tema. Prestar atención a lo que siento, a lo que pienso, a mi conducta. De esta forma puedo descubrir aspectos importantes acerca de mí mismo.
En segundo lugar, se trata de eliminar los juicios acerca de lo que está ocurriendo en el presente. Esforzarme por no juzgar si me gusta o no, si es correcto o incorrecto. Y tampoco fantasear con cómo me gustaría que se desarrollara lo que está ocurriendo. Este tipo de fantasías son grandes generadores de estrés y de insatisfacción. Además, nos proyectan hacia el futuro.
Por último, se trata de no reaccionar ante los hechos de forma mecánica. Ese sistema impulsivo está más basado en el pasado que en el presente y nos mantiene a la defensiva, protegidos y, por lo tanto, asustados. En lugar de ello, se propone aceptar lo que sucede y responder a ello.
Si soy capaz en un momento dado de ser consciente de qué pensamientos estoy teniendo, qué sensaciones y qué emociones, puedo decir que he capturado ese momento, y esa es la conciencia plena. Una abundante fuente de conocimiento sobre nosotros mismos, una estrategia para afrontar la realidad con menos ansiedad y, en definitiva, un camino para salir del dolor.
Respecto a la cuarta fuente de la que se nutre el Método Aeda, referente a “La arquitectura de las emociones”, la remitimos al capítulo 7, donde lo describiremos con gran profundidad. Por el momento continuamos describiendo el método, para no entorpecer el discurso.
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