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Los errores más comunes de un psicólogo/a durante la terapia

Tabla de contenidos

Error 1: No ajustar bien la relación terapeuta-paciente

Para lograr que dicha relación sea potenciadora necesita establecerse de una forma adecuada. Para ello, es fundamental mantenerse en lo que he denominado «La Línea de Implicación Óptima».

La Línea de Implicación Óptima es un espacio imaginado en el que la relación de implicación entre tu paciente y tú es óptima para la efectividad de la terapia. Al traspasar dicha línea (hacia una mayor o menor implicación ) se corre el riesgo de estropear dicha relación.

Las consecuencias de implicarte mucho con tu paciente son:

  • Subjetividad: Perderás objetividad en todos los aspectos.
  • Transferencia: Te afectará demasiado lo que le pase a tu paciente y te llevarás sus problemas a tu casa.
  • Protección: Evitarás decir o hacer cosas que le puedan hacer daño.
  • Difuminación: Perderás directividad y los roles de terapeuta y paciente se difuminarán.
  • Cuestionamiento: Es más que probable que tu paciente empiece a cuestionar tus decisiones o pautas.
  • Mostrarte muy distante con tu paciente

 

En el lado contrario se encuentra la baja implicación emocional, es decir, una relación entre terapeuta y paciente demasiado distante.

Para evitarlo han de marcarse unos límites. Uno de los principales factores que diferencian a los terapeutas exitosos de los que no lo son es su interés en las personas y su compromiso con el paciente (Swenson, 1971).

Error 2: Juzgar las creencias de tu paciente

Los psicólogos no somos quiénes para juzgar si lo que piensan nuestros pacientes está bien o mal. No obstante, esto no implica que no puedas ayudarlo a reflexionar sobre los pros y los contras o sobre las consecuencias que puedan acarrear.

El trabajo de un psicólogo/a consiste en ayudar a su paciente a trabajar aquellos pensamientos, conductas o emociones que le hagan sufrir o le generen un gran malestar, no en cambiar aquellos pensamientos, conductas o emociones que nosotros/as, como terapeutas, consideremos que son equivocados.

Los principales componentes de la aceptación incondicional (Bados y García, 2011) hacia los pacientes son estos:

  • Compromiso hacia el paciente: se trata de que dediques tu tiempo, tus habilidades y tus esfuerzos a comprender y ayudar a tu paciente.
  • Esfuerzo por comprender: escuchar, preguntar o interesarte por tu paciente para entender su punto de vista.
  • Actitud no valorativa: consiste en que el paciente perciba que se le acepta incondicionalmente como persona, sin emitir juicios de valor sobre sus pensamientos, sentimientos o conductas.

Aceptar a tu paciente como es no significa que tú tengas que aprobar sus pensamientos, sentimientos o comportamientos. Recuerda que esto no significa que no puedas hacer reflexionar a tu paciente sobre los pros y contras y consecuencias personales y sociales de los mismos.

Error 3: No practicar la escucha activa

Si no escuchas lo que te dice tu paciente, malamente podrás saber lo que le pasa, por qué le pasa o cómo ayudarle. Por eso, será fundamental que:

  • Prestes atención e interés a lo que el paciente te está comunicando tanto a nivel verbal y no verbal como actitudinal.
  • Proceses la información y separes lo importante de lo que no lo es.
  • No oigas lo que quieres oír, sino lo que el paciente intenta decir.
  • Devuelvas respuestas de escucha tanto verbales como no verbales para que el paciente sepa que lo has escuchado activamente.

También existen unas habilidades de escucha mucho más complejas y que habrás de dominar tarde o temprano. Son estas:

  • Clarificación: cuando le pides a tu paciente que te aclare el significado de un mensaje vago o implícito.
  • Síntesis: consiste en que resumas la sesión mediante el uso de la paráfrasis y/o el reflejo.
  • Paráfrasis: resumir o recapitular de forma organizada el mensaje de tu paciente.
  • Reflejo: cuando expresas los sentimientos implícitos y explícitos de tu paciente.

Error 4: Hablar mucho (o poco) de tus cosas y de ti mismo/a

El tema de las autorrevelaciones es uno de los más controvertidos dentro de la psicología. -¿Le digo a mi paciente cosas sobre mí o evito cualquier tipo de información?-.

Para lograr que una persona se abra y se dé a conocer de una forma sincera y transparente es fundamental que tú hagas lo mismo, porque de lo contrario se generará una situación de desequilibrio de confianza y en consecuencia, una baja implicación emocional.

No obstante, si hablas demasiado sobre ti estarás cometiendo un grave error, porque la terapia es de tu paciente, no para ti y por tanto, no es un lugar para que hables de ti mismo/a o de tus problemas. Las autorrevelaciones deben ser un ofrecimiento controlado de información.

Un estudio experimental de Barret y Berman en 2001, reveló que los pacientes en la condición de mayor autorrevelación del terapeuta mejoraron más, al menos a corto plazo, e informaron de un mayor agrado hacia el terapeuta que los pacientes que estaban en la condición de autorrevelación limitada.

Además, las autorrevelaciones tendrán estos efectos positivos sobre la terapia:

  • Lograrás autorrevelaciones recíprocas por parte de tu paciente.
  • Aumentará la confianza de tu paciente hacia ti.
  • Serás visto de un modo más cálido y cercano.
  • Mejorará la efectividad de la terapia.

¿Qué se puede revelar durante la terapia?

  • Hablar sobre tu experiencia profesional.
  • Tu edad, estado civil o número de hijos.
  • Cómo has manejado ciertos problemas y opiniones.
  • Sentimientos positivos respecto a tu paciente.
  • Lo que sucede en la terapia.
  • Sentimientos negativos (con menor frecuencia).
  • Información sobre tus creencias religiosas o sexuales (con menor frecuencia).

Error 5: Decirle a tu paciente lo que tiene que hacer

Sin duda, este es uno de los errores más comunes que un psicólogo puede cometer en terapia y además, es una de las habilidades terapéuticas que me resultan más interesantes.

El objetivo del psicólogo es acompañar al paciente en la consecución de sus objetivos, ayudándole a tomar decisiones, reflexionar y afrontar dificultades. Si le dices a tu paciente lo que tiene que hacer y no sale bien, corres el riesgo de que te eche la culpa de que haya salido mal. En cambio, si haces las veces de acompañante, es menos probable que algo salga mal y aún saliendo mal, estarás exento de responsabilidad o culpa, dado que la decisión la tomó tu paciente.

Para más información en este sentido es recomendable leer “La entrevista motivacional”.

El grado de directividad de la terapia

Si diriges en exceso, dificultarás que tu paciente aprenda a ser más autónomo a la hora de enfrentarse y solucionar sus problemas. Si no diriges nada de la sesión, estarás privándolo de la ayuda que necesita para resolver sus problemas. Por tanto, es realmente importante que regules de forma adecuada el grado de directividad que muestras durante tus terapias. 

Además, en las primeras fases de la terapia, el nivel de directividad puede ser más elevado para impulsar el proceso, y paulatinamente se puede reducir para fomentar la autonomía y evitar la dependencia del terapeuta al final del proceso.

Error 6: No mostrarte auténtico/a en terapia

a autenticidad implica ser uno mismo/a, comunicar los propios sentimientos y experiencias internas. Por tanto, si te muestras poco auténtico/a, si enmascaras tus sentimientos u opiniones, si blandes sonrisas forzadas y utilizas frases poco espontáneas o con doble sentido, estarás alejándote claramente de la autenticidad y de ti mismo/a.

Beck et al. (1979/1983) han señalado que un terapeuta ha de conjugar la sinceridad con el tacto, la diplomacia y la oportunidad para no perjudicar al cliente o a la relación terapéutica.

La clave para trabajar la autenticidad reside en saber qué decir, cómo decirlo y en qué momento concreto hacerlo.

Error 7: Sentir lástima por tu paciente

Los problemas de un paciente pueden generar sentimientos de lástima en sus familiares cercanos, incluso en el propio terapeuta. De esta forma, el paciente tiene la sensación de que «da lástima» a sus familiares, y ellos repiten continuamente aquello de «pobrecita», «ay, dios mío cómo está», etc. retroalimentando su idea de que está mal, que “lo suyo no tiene solución”.

Al trabajar este tipo de discursos en el entorno familiar suele observarse una clara mejora en la paciente.

Eso no significa que no nos importe el sufrimiento del otro. Lo recomendable es atender al sufrimiento de tus pacientes y desarrollar la empatía hacia el otro entendiendo su sufrimiento.

Error 8: Obviar la alianza terapéutica

Este error consiste, ni más ni menos, en centrarte demasiado en las técnicas que debes usar, en la evaluación, lo que debes hacer, etc. y obviar al paciente y/o tu relación con él.

Es habitual que, sobre todo al principio, dediques mucho tiempo a diseñar y planificar tus sesiones (lo que resulta muy positivo, por cierto) para sentirte más seguro/a o con una mayor sensación de control ante la terapia. Pero precisamente, será ese intento de controlar la situación, lo que podrá debilitar la alianza entre tu paciente y tú.

Por tanto, en terapia, además de dominar las técnicas y herramientas que brinda la psicología, habrás de esforzarte por construir una buena alianza terapéutica, ya que ésta es, sin lugar a duda, un predictor positivo del éxito en la terapia (Keijsers, Schaap y Hoogduin, 2000).

La alianza terapéutica es un pacto implícito entre tu paciente y tú (como terapeuta) cuya meta es lograr la consecución de los objetivos terapéuticos. Para lograr que esta alianza terapéutica sea adecuada es importante que tengas en cuenta estos 3 aspectos o componentes de la alianza:

 

  1. Vínculo emocional positivo entre paciente y terapeuta.
  2. Acuerdo mutuo sobre las metas de la intervención.
  3. Acuerdo mutuo sobre las tareas terapéuticas.

 

Además, la alianza terapéutica no es algo que se establece una vez y ya está, sino que se trata de un proceso continuo y por tanto, ocuparse periódicamente en mantenerla, mejorarla o repararla en caso de que se haya visto dañada.

Error 9: Ser excesivamente subjetivo/a

Siempre me llamó la atención esa frase de «yo no creo en la Psicología», como si la psicología fuese una cuestión de fé o una especie de tarot del comportamiento humano. No entiendo cómo en el año 2022 alguien puede hacer semejante alarde de ignorancia y quedarse tan «pancho».

Dentro de la afirmación «yo no creo en la Psicología» va implícita una creencia subjetiva que obvia totalmente la realidad objetiva de que la Psicología es una ciencia, más o menos exacta, pero una ciencia al fin y al cabo, y eso es innegable.

Por otra parte, un nivel subjetividad aceptable sería aquel en el que una persona dice que la psicología no le ha resultado efectiva o en el que dice que no le ha sido de gran ayuda, lo que a su vez es muy aceptable e innegable.

Ciertamente, la subjetividad y las características personales del terapeuta son componentes imprescindibles del tratamiento, pero hemos de basarnos en evidencias, emplear instrumentos psicométricos validados, utilizar criterios diagnósticos estandarizados, basarnos en los hechos demostrables y buscar otras fuentes para contrastar la información -tales como familiares o amigos-.

Error 10: No tener en cuenta el momento de la terapia

«Si abres una puerta, tienes que estar seguro/a de que podrás cerrarla después».

Esta es una frase que suelo repetir a menudo para ejemplificar la importancia del momento de la terapia o más bien, del momento en el que se encuentra el paciente dentro de la terapia.

Cuando hablo de «abrir una puerta» me refiero a profundizar en los sentimientos y emociones de tu paciente. Me refiero a que si entras en lo más profundo de la mente, en los recuerdos mejor guardados, en los esquemas o en las creencias o valores más profundos de tu paciente, tienes que estar seguro/a de que podrás controlar o mejor dicho, gestionar adecuadamente dicha circunstancia.

El caso es que si no tienes en cuenta el momento en el que se encuentra el paciente dentro de la terapia a la hora de profundizar, lo más probable es que ocurra alguna de estas tres cosas:

Profundizar antes de tiempo: tu paciente se sentirá intimidado o amenazado porque no estás siguiendo sus tiempos, poniéndose a la defensiva y, casi con toda probabilidad, cerrándose en banda ante cualquier pregunta que invada su intimidad.
Esperar demasiado para profundizar: si esperas demasiado es probable que tu paciente se oponga a que profundices, principalmente porque habrá notado mejorías y no querrá abrir aquellas puertas que le pueden hacer sentir de nuevo malestar.
No llegar a profundizar: en este caso tu paciente no será tan consciente de este hecho, pero lo más probable es que se quede con una sensación de que la terapia ha sido demasiado superficial y por supuesto, con una sensación de que le quedaron cosas por decir sobre sí mismo/a.

Esta es una de las habilidades terapéuticas más complejas y además requiere de una gran experiencia para ejecutarse adecuadamente.

 

Ajustar el nivel de profundidad

La clave para ajustar el nivel de profundidad y el momento del paciente radica, principalmente, en convertirlo en un objetivo o meta común. Además, el hecho de hablarlo con el paciente y establecer un acuerdo mutuo, favorecerá sobremanera la alianza terapéutica. Este podría ser un ejemplo de cómo ajustar la profundidad:

Terapeuta: Bueno A., llegados a este punto creo que sería importante que hablásemos de la relación que mantienes con tus padres y de los problemas que ello te ocasiona. Sé que para ti puede ser difícil o incluso doloroso hablar sobre temas tan íntimos, pero creo que será algo fundamental para que empieces a sentirte mejor. Te propongo que empecemos hablando de tu madre, por ejemplo. ¡Ah! Si en algún momento te sientes incómodo o no te ves preparado para hablar de algún tema házmelo saber e iremos un poco más despacio.

Error 11: Usar un lenguaje demasiado técnico

La terapia cognitiva conductual propone que el terapueta introduzca el «lenguaje de la psicología» en el discurso natural del paciente en terapia con el fin de que eso potencie su autoconocimiento o su entendimiento sobre lo que le ocurre.

No obstante, eso no significa que desde el primer momento sea adecuado hablar a tu paciente con un lenguaje demasiado técnico. Es más, lo más probable es que tu paciente no entienda lo que estás diciendo.

Los pacientes hablan en términos de «estoy nerviosa», «me siento deprimido», «duermo mal», «necesito ayuda» o «quiero ser más feliz».

Una de las claves para conectar con una persona consiste en hablar «su idioma». Si no traduces los conceptos de la psicología a términos que tu paciente pueda entender, no los entenderás y en consecuencia puede que no mejore, que no entienda lo que tiene que hacer, que abandone la terapia (o que directamente no vaya nunca), que se sienta molesto…

Error 12: Ser demasiado rígido/a

La idea de la perfección, la planificación escrupulosa o el elevado control de la terapia no suelen ser buenos aliados del psicólogo. En muchas ocasiones, la flexibilidad y la improvisación son habilidades terapéuticas útiles y extremadamente importantes en consulta, porque nos permitirán detectar si hoy el paciente parece querer hablar de algo concreto. Si tenemos muy estructurada la sesión antes de comenzar, es fácil que no detectemos que quizá el paciente ha tenido un problema del que le cuesta hablar pero sí que envía indicios en su expresión no verbal de que necesita que le pregunten, por ejemplo.

Ser capaz de fluir en la dirección natural de la terapia en cada momento te ayudará a ofrecer respuestas mucho más cercanas a la realidad del paciente.

Error 13: No aceptar las «derrotas» profesionales

«A veces las personas no quieren cambiar. Otras, simplemente no se encuentran en el momento adecuado para hacerlo».

Acepta que no siempre podrás ayudar a tus pacientes a ser felices o a sentirse mejor consigo mismos.

Acepta que eres una persona que siente y padece y que se equivoca y no un superman o una superwoman a los que todo le sale bien.

Acepta que hay cosas que se escapan a tu control y que por mucho que te empeñes no podrás cambiarlas.

Acepta que a veces tus métodos o técnicas fallan, que no eres un/a profesional infalible.

Acepta que una equivocación no significa que seas un mal profesional.

Acepta tus límites.

Acepta la derrota… y lograrás una gran victoria.

 

Como habrás podido observar, la mayor parte de las habilidades de terapia consisten en mantener un equilibrio lógico entre dos polos opuestos: no implicarte mucho ni poco, no ser rígido o flexible en exceso, adecuar la subjetividad y la objetividad, gestionar bien los tiempos para no actuar antes o después de tiempo… En resumidas cuentas, se trata de que no cometas excesos y verás cómo a medida que ganes experiencia, tú mismo/a irás ajustando ese equilibrio hasta un punto en el que te sientas cómodo/a y en el que tu paciente obtenga los mejores resultados.

Basado en el artículo publicado el 10 de marzo de 2017 por Jorge Fresco.

Más información en el link:

Los 13 Errores más comunes de un psicólogo/a durante la terapia

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